La capacidad de observación que tiene todo conductor durante la conducción dependerá, entre otros factores, del buen uso y manejo de los mandos de su vehículo y de la concentración durante la distancia que le queda por recorrer. La planificación del viaje implica o lleva consigo saber el tiempo que se tarda de ‘A’ a ‘B’ pero no siempre se podrá cumplir debido a imperativos del tráfico rodado y al estado de la vía con sus condiciones medio ambientales.
Pues bien, durante todo ese tiempo el nivel de alerta o atención mientras conducimos debe permanecer para llegar con seguridad a nuestro destino. Cualquier contratiempo que sume tiempo a nuestro desplazamiento debemos compensarlo con un buen descanso y no al revés. Veamos por qué.
Capacidad perceptiva y atencional
Se trata de situaciones que no tienen por qué producirse pero que se producen por la sencilla razón de que no hay una ciencia exacta sobre cómo y cuándo se va a producir un hecho fortuito o imprevisto, salvo que sea previsible, y porque no estamos programados para conducir. Una cosa es que nos enseñen a circular como si fuésemos un robot al cumplir las órdenes del profesor de autoescuela y otra cosa es la falta de confianza en sí mismo tras un periodo largo de aprendizaje en la conducción.
Por otro lado, también, nos pasa en nuestra vida diaria. Nos levantamos con sueño y mientras escuchamos o vemos las primeras noticias preparamos el desayuno: colocamos el pan en la tostadora, calentamos el café y cuando abrimos el frigorífico para coger la mantequilla, el pan se nos quema o la leche sale hirviendo. Bueno, afortunadamente, no siempre ocurre pero a veces sí y eso pasa por el nivel de alerta en un momento dado, es decir, de nuestra capacidad atencional del momento.
Los tres tipos de alerta para una conducción segura
Alerta dividida, capacidad atencional que permite al conductor atender a más de un estímulo similar al mismo tiempo como, por ejemplo, observar el carril disponible para incorporarnos a la vía principal teniendo en cuenta a los vehículos que circulan por ella y a los vehículos que nos siguen. Es decir, atender a varias cosas a la vez como nos ocurre cuando preparamos el desayuno. Una alerta, por tanto, que dependerá de nuestra capacidad y concentración.
Sabemos de sobra que es muy difícil atender dos fuentes de información a la vez, especialmente cuando ambas se producen en la misma modalidad perceptiva como es el caso de la visión. Por otro lado, cualquier automatismo o exceso de confianza suele fallar si no estamos a la altura de las circunstancias. Por ejemplo, siguiendo con el ejemplo anterior, puede que nos facilite un vehículo pesado la incorporación pero debemos estar atentos por si le sigue algún otro vehículo y está dispuesto a facilitarnos también la entrada.
Alerta selectiva, capacidad atencional que permite al conductor seleccionar la información relevante significativa de entre todas las existentes en el entorno. De este modo, se desatienden los estímulos irrelevantes de la tarea que estamos realizando. Por ejemplo, un vehículo que vemos que está parado en el arcén pero debidamente señalizado con su triángulo de preseñalización de peligro. Pues bien, en ese caso, podemos descartar que se incorpore al llegar a su altura pero tenemos que prever que su conductor puede abrir la puerta.
En consecuencia, siempre será aconsejable guardar una distancia prudencial, en este caso, lateral de seguridad. Una técnica que se consigue no con la percepción del riesgo en sí, sino con la vivencia de riesgos y, por tanto, conocidos durante los inicios como conductor. Todo esto nos dice que tenemos que seleccionar y al mismo tiempo descartar posibles acciones para ahorrar esos milisegundos que nos puedan hacer falta para responder ante una situación de riesgo.
Alerta sostenida, capacidad atencional que permite mantener un nivel de alerta de forma prolongado en el tiempo, de manera que nos sea posible responder de forma rápida ante cualquier imprevisto en la conducción. Se relaciona con el nivel de activación del conductor, de modo que niveles bajos de activación son insuficientes para mantener un nivel de alerta adecuado.
Por tanto, el conductor pro-activo, es decir, el que aplica una conducción eficiente o preventiva basada en la anticipación estará predispuesto a resolver con éxito situaciones donde se requiere una rápida respuesta. De ahí el famoso cuadro de la fase de respuesta mediante el proceso de información: evaluar la información recibida, tomar decisiones, ejecutar las decisiones adoptadas y controlar los resultados de las decisiones.
Puede que sea imprevisible pero no evitable
Pues bien, ahora que conocemos los tres tipos de alerta en la conducción que pueden utilizarse al mismo tiempo o por separado tenemos que tener claro que para evitar cualquier siniestro durante nuestro desplazamiento hay que descartar primero el incidente o el accidente en blanco, es decir, toda situación conflictiva con ocasión del tráfico que no acaba en siniestro pero que fácilmente puede desencadenar alguno. Por ejemplo, un volantazopara evitar una colisión lateral contra otro vehículo al cambiar de carril o un frenazo para evitar alcanzar al vehículo de delante que frena de repente.
Se trata, por tanto, de incidentes que si no sabemos superar o prever por falta de anticipación en la maniobra nos pueden costar un disgusto.
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